martes, 19 de abril de 2016

Intenciones ocultas

Sus pupilas vibraban jugando disimuladamente 
a no ser vistas por las mías

Pero eran negras, oscuras, y se me clavaban 
en lo más profundo del cerebelo.
Su boca, cerrada, gritaba sus intenciones ocultas, 
las que no me diría hasta estar ebrio.


Se atrevió a  hablar, al fin, 
puede que no supiera qué decir.
Se limitó a invitarme a una copa, 
di las gracias y me fui.
Terminó la noche, la música resonaba 
en los tímpanos castigados 
de gente sudorosa y cansada, 
moviéndose como si la evolución humana 
fuese un mito.


Amanecía en el reflejo de los cristales 
de los edificios de oficinas vacías, 
a través de ellos, en la parada del tranvía,
unas pupilas vibraban de nuevo,
jugando a no ser vistas por las mías.
Pero eran negras, oscuras, y se me clavaban 
en lo más profundo del cerebelo.
Me acerqué a darle los buenos días, 
aunque puede que no fuesen tan buenos.



- Vaya niñata, te invito a una copa y desapareces. 

- Esta niñata hubiese querido que la invitases a un beso,
pero preferiste invitarle a una copa.



MG

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