Tendámonos en el suelo sucio y
mojado,
tendales que cuelgan de los balcones
que vuelan sobre las fachadas
de
los edificios empedrados aún sin terminar,
decorados con pinceladas de palomas perspicaces
artistas callejeras abanicos de plumas aladas
manchadas de los
humos negros de las ciudades
que crecen sin sentido extendiéndose como la
gangrena,
rápido, demasiado rápido.
Pero así vamos por la vida,
corriendo a
todas partes, trenes que parten,
semáforos en rojo, el metro hasta arriba,
hora
punta, lo cojo no lo cojo
y las puertas se cierran en tu cara
dejándote
plantado en el andén
ante cientos de ojos observando cómo se te fue,
la vida, rápido,
demasiado rápido.
Tendemos a leer por encima,
ojear revistas y pasar fotos
y se
nos olvida que para leer hay que comprender
y que las fotografías son momentos
congelados
que se viven una y otra vez.
Nos van los envoltorios que llamen
nuestra atención
porque no estamos acostumbrados a mirar,
y mira que tenemos
dos ojos.
Nos van los titulares cortos
no vaya a ser que leyendo nos sangren
los ojos.
Nos va no mirar, no estamos entrenados para ver realmente,
solo
vemos la superficie, tanto que nos hemos limitado a ver gente,
denominador
común y somos masa y el individuo se pierde.
Y nos comparamos unos con otros
aun siendo una estupidez,
porque dos cosas distintas no son comparables,
pero
eso pocos lo saben porque no se han detenido a mirar,
a darse cuenta de que son individuos únicos
porque van por la vida rápido, demasiado
rápido.
- mg.