martes, 26 de julio de 2016

Rápido, demasiado rápido.

Tendámonos en el suelo sucio y mojado, 
tendales que cuelgan de los balcones 
que vuelan sobre las fachadas 
de los edificios empedrados aún sin terminar, 
decorados con pinceladas de palomas perspicaces 
artistas callejeras abanicos de plumas aladas 
manchadas de los humos negros de las ciudades 
que crecen sin sentido extendiéndose como la gangrena, 
rápido, demasiado rápido. 

Pero así vamos por la vida, 
corriendo a todas partes, trenes que parten, 
semáforos en rojo, el metro hasta arriba, 
hora punta, lo cojo no lo cojo 
y las puertas se cierran en tu cara 
dejándote plantado en el andén 
ante cientos de ojos observando cómo se te fue, 
la vida, rápido, demasiado rápido. 













Tendemos a leer por encima, 
ojear revistas y pasar fotos 
y se nos olvida que para leer hay que comprender 
y que las fotografías son momentos congelados 
que se viven una y otra vez. 
Nos van los envoltorios que llamen nuestra atención 
porque no estamos acostumbrados a mirar, 
y mira que tenemos dos ojos. 

Nos van los titulares cortos 
no vaya a ser que leyendo nos sangren los ojos. 
Nos va no mirar, no estamos entrenados para ver realmente, 
solo vemos la superficie, tanto que nos hemos limitado a ver gente, 
denominador común y somos masa y el individuo se pierde.

Y nos comparamos unos con otros aun siendo una estupidez, 
porque dos cosas distintas no son comparables, 
pero eso pocos lo saben porque no se han detenido a mirar, 
a darse cuenta de que son individuos únicos 
porque van por la vida rápido, demasiado rápido.















- mg.

No hay comentarios:

Publicar un comentario